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FORMACIÓN FRANCISCANA

<<Es un proceso continuo de crecimiento y de conversión que compromete toda la vida de la persona, llamada a desarrollar la propia dimensión humana, cristiana y franciscana, viviendo radicalmente el santo Evangelio, en espíritu de oración y devoción, en fraternidad y minoridad. Se divide en tres etapas: formación inicial, formación temporal y formación permanente>>

 

Etapa de formación inicial

 

Postulantado

Guaymas, Sonora

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"Una vez terminado el proceso de aspirantado, los hermanos inician su camino de formación en la primera etapa que llamamos postulantado. Esta etapa es un tiempo de adecuada preparación para el ingreso al Noviciado, y durante el cual el postulante reafirma la propia determinación de convertirse a través de un progresivo paso de la vida seglar a la forma de vida franciscana"

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Noviciado

Col. Vicente Guerrero, B.C

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"El Noviciado que inicia con la toma del hábito franciscano es un tiempo en el que el novicio comienza la vida en la Orden, especialmente en la Provincia san Junípero Serra, y continúa el discernimiento y la profundización de la propia decisión de seguir a Jesucristo en la Iglesia y en el mundo de hoy según el espíritu de san Francisco, además de conocer y experimentar más profundamente la forma de vida franciscana"

 

Etapa de Profesión Temporal

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<<Al finalizar la etapa del Noviciado el hermano menor realiza su primera profesión religiosa, y a partir de aquí, comienza su tiempo de profesión temporal, la cual, perfecciona la etapa inicial, y consiste en una preparación integral en diversos aspectos teóricos y prácticos con la finalidad de preparle para emitir la profesión solemne. En el tiempo de la profesión temporal el hermano continua madurando como persona humana, cristiana y franciscana>>

 

CASAS DE FORMACIÓN

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Post-Noviciado en Mazatlán, Sinaloa

 

Filosofía en Mexicali, B.C.

 

Teología en Esperanza, Sonora

 

Juniorado en Santa Anita, Jalisco

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Formación Permanente

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La formación permanente de los hermanos es camino de toda la vida tanto personal como comunitaria, en el que se desarrollan de modo ininterrumpido las dotes propias, el testimonio evangélico y la opción vocacional, según el ejemplo de San Francisco, quien nos invita a que siempre comencemos de nuevo a obrar el bien.

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